Es una de las imágenes más icónicas de Tokio. Cada mañana, hordas de sarariman o kyariauman trajeados
 (trabajadores asalariados de oficina, o de cuello blanco, hombres o 
mujeres respectivamente) se apelotonan en el transporte urbano, a 
empujones si hace falta, para llegar a su lugar de trabajo, el centro 
sobre el que gravitan sus vidas (incluso por encima de amigos o 
familia).
En
 sus puestos, los nipones destacan por su disciplina, orden y respeto a 
la jerarquía. También por su entrega desmedida, hasta el punto de que 
son el país que menos duerme del mundo –hasta 4 horas en algunos casos 
de jornadas de 20 horas– de los que más horas trabajan y donde sólo 
cogen de media nueve días de vacaciones pagadas al año de los 10 a 15  
que les corresponde.
Cuando un trabajador toma días libres, es costumbre pedir disculpas a sus compañeros. 
Antaño
 disfrutaron de 10 a 20 días según antiguedad, pero la falta de interés 
de la sociedad en ellos facilitó que las nuevas legislaciones los 
redujeran (después de varios años intentando sin éxito que la sociedad 
aceptase las vacaciones). 
Al
 mismo tiempo, el sistema de horas extras del Imperio es gratuito, 
cobrándose las horas extra al mismo precio que las ordinarias, por lo 
que se tiende a abusar de ellas en vez de contratar nuevos empleados.
Antaño
 esta legislación era algo mejor para los trabajadores, pagándose a un 
125% de la hora ordinaria, pero el auge de nuevas políticas acabó hace décadas por 
suprimir esto al igual que conceptos como la indemnización por despido u
 otras. 
Algunas
 megacorporaciones, sujetos a sus propias leyes, requieren a su personal
 trabajar 288 horas al mes –12 horas, 6 días a la semana– una cantidad 
que marca el listón del riesgo mortal, pero en muchos otros casos que 
requieren menos horas, los trabajadores acaban aportando voluntariamente
 la misma cantidad de horas en muchos casos. 
La
 legislación japonesa dicta que la jornada semanal no puede ser superior
 a las 48 horas, con un máximo de 108 horas extras mensuales, pero es 
muy habitual que esta normativa se ignore. 
Karoshi y karojisatsu
Este
 afán por dejarse la piel por la empresa es llevado en ocasiones al 
extremo, hasta el punto de que a algunos les cuesta literalmente la 
vida. 
No se trata de casos aislados, sino de un mal frecuente: karoshi, “muerte por exceso de trabajo”. El karoshi se contabiliza por parte del Imperio desde 1987. 
Entre
 sus víctimas se cuentan aquellas personas a las que la sucesión de 
largas jornadas laborales, sin descanso, les imponen tal carga física y 
mental que terminan falleciendo súbitamente (ataque al corazón, derrame 
cerebral, etcétera).
Además del karoshi, están quienes se suicidan por la carga laboral, el karojisatsu. 
Cada año se producen entre 200 y 300 sucesos sumando ambos tipos, con cifras que suelen ser muy aproximadas entre sí. 
Para
 que cuente como un caso de karoshi la víctima tiene que haber trabajado
 100 horas extra en el mes anterior a su muerte o 80 en dos o más meses 
consecutivos de los últimos seis.
No
 deja de ser interesante observar que mediante esta legislación, puestos
 de trabajo megacorporativos de 72 horas a la semana, o aquellos 
sarariman leales a la empresa que no declaran sus horas como extra y se 
limitan a regalarlas jamás podrán sufrir legalmente karoshi, lo que 
ayuda a mantener bajas estas cifras en el Imperio que de otra forma 
alcanzarían los 3000 anuales –10000 según las cifras más pesimistas–.
Tratado
 como un accidente laboral más, si un juez determina que se trata de un 
caso de karoshi, la familia del finado tiene derecho a ser recompensada 
por el Estado y por la empresa, con casos en los que se ha llegado a 
pagar hasta 2 millones de neoyenes.
Naturalmente, bajo las diferentes legislaciones de las megacorporaciones, el karoshi o el karojisatsu no existen.
En coreano el concepto de morir por trabajo es gwarosa. En chino es guolaosi, y en las naciones chinas se calcula que mueren al día unas 1600 personas por guolaosi.
Cultura laboral
Senpai y kōhai
 significan senior y junior, y es una relación que cada trabajador 
experimentará en algún momento, bien como kohai tutorado por su 
compañero, bien como senpai de un novato. Estas jerarquías impregnan 
todas las relaciones de la sociedad japonesa, no sólo en el trabajo. Un 
senpai suele ser mayor y de mayor rango, o ha estado en la empresa 
durante más tiempo. Normalmente actúan como mentores del kōhai, aunque 
en realidad no todos los senpai son tan generosos o genuinos en cuanto a
 la tutoría de sus colegas junior.
Esta
 jerarquía dicta todo tipo de reglas tácitas en la cultura laboral 
japonesa, incluyendo dónde te sientas en la mesa de reuniones, cómo te 
comportas en las fiestas en las que salen a beber y qué nivel de 
cortesía necesitas usar.
Saber intercambiar meishi
 (tarjetas de visita) es muy importante. Como muchos otros aspectos del 
trabajo en Japón, el proceso de intercambio de tarjetas de visita 
depende del rango y el orden. Los de mayor rango intercambiarán sus 
tarjetas primero y luego bajarán de rango. Además, hay detalles 
específicos que cuidar al hacerlo (no guardarlas rápido, no taparlas al 
recogerlas, leerlas al recibirlas...)
La palabra omiyage
 se refiere a un souvenir (normalmente comestible) que se compra como 
regalo cuando se viaja a algún lugar. Dependiendo de la cultura de la 
empresa, puede ser considerado extremadamente maleducado el no traer 
omiyage para tus colegas. En algunas empresas, comprar omiyage es 
también una forma de que los empleados muestren su aprecio por 
permitirles coger unas vacaciones.
Ochūgen y oseibō
 se refieren a las tradiciones estacionales de entrega de regalos, en 
las que se envía un regalo a un cliente o socio comercial para 
agradecerle su relación comercial. Ochūgen suele enviarse en verano en 
julio, mientras que oseibō se envía en diciembre.
Nengajō son tarjetas de año nuevo que se envían entre colegas de trabajo, así como a clientes y socios comerciales. Las tarjetas a menudo representan el animal del zodíaco chino del año nuevo.
Shūshin koyō
 es la cultura, que se va perdiendo, de entrar a trabajar a una empresa 
tras la universidad y desarrollar en ella toda tu carrera. A su vez, shuukatsu
 es el proceso organizado por el que pasan los estudiantes 
universitarios y de escuelas de formación profesional desde 
aproximadamente un año antes de graduarse, en su búsqueda de empleo, 
compuesto de exámenes y entrevistas con las empresas de su interés. 
El hourensou es una filosofía de trabajo que se basa en sobrecomunicar –o eso parecería a culturas extranjeras– 
Como
 la mayoría de los lugares de trabajo están organizados en equipos y 
departamentos, la comunicación constante con el propio equipo no solo es
 muy valorada sino también una necesidad. Por lo tanto, se considera importante informar a su equipo sobre su progreso.
Ikigai
 es una filosofía japonesa que se centra en sentir que el trabajo hace 
una diferencia –asumida positiva– en la vida de las personas. Es un modo
 de darle sentido a una actividad que ocupa la mayor parte del tiempo de
 los adultos en este país.
Ganbaru es la cultura del aguante, la resistencia, el rendir al máximo en el trabajo. 
Shachiku,
 "ganado corporativo". Este término se usa para describir un sarariman 
especialmente explotado, sin vida privada, en manos de la empresa y 
aguantando todo tipo de aberraciones laborales.
El inemuri, una duermevela que tiene su propia palabra aparte de dormir o echar siesta. 
En
 las sociedades occidentales no está bien visto quedarse dormido en un 
lugar público o en el despacho, pero en Japón es de lo más común ver a 
gente durmiendo en los trenes subterráneos, asientos públicos o áreas de
 trabajo sin que cause ninguna sorpresa.
Dado
 que el cansancio a menudo es visto como el resultado de los esfuerzos 
laborales, inemuri se ve como una señal de que una persona ha estado 
trabajando duro, pero aún tiene la fuerza y la virtud moral necesaria 
para mantenerse a sí mismo y sus sentimientos bajo control. 
En
 inemuri, la persona tiene que ser capaz de volver a una situación 
social cuando se requiera, siendo algo distinto a un sueño por alcohol o
 por fatiga laboral. 
La
 cultura laboral del país, similar a la de otros estados asiáticos, 
establece que los empleados no pueden dejar sus puestos antes de que lo 
haga el jefe –una norma no escrita– quien a su vez trabaja más horas de 
las que debería para demostrar su dedicación a la empresa. 
Igualmente incluso en el nomikai,
 el ir a festejar con los compañeros al salir de la oficina 
(normalmente a petición del jefe), se espera que los sarariman beban 
hasta que el jefe deje de hacerlo y no abandonen la celebración hasta 
que el jefe lo haga. 
Como
 resultado, hay días en los que los trabajadores pueden pasarse hasta 12
 incluso 20 horas en el trabajo –o bebiendo con sus compañeros– sin que 
ello se considere cuestionable. 
No
 es una cultura que vaya a ser erradicada pronto. Según
 diferentes estudios, la mitad de la población aseguró no desear tener 
tantos días de asueto. Si un diario la calificaba como “la idea más 
ridícula del siglo”, en las redes sociales no salía mejor parada, y se 
la criticaba por “producir agobio con tanto tiempo muerto”.



